Definir comunidad es una tarea la cual ya debería
estar preparado por mi formación y más aún después de unos meses cursando el
Máster en Trabajo Social Comunitario. Para encontrarme cómodo con esta tarea necesito de
apropiarme cuatro acepciones: la primera es delimitar un espacio, ya sea físico o
virtual, en el que se encuentren las personas. La segunda es un vínculo, algo,
que se adentre en el imaginario de las personas y se sientan identificadas. La
tercera es la interacción interpersonal, que puede ser tanto haciendo como no
haciendo cosas entre personas. Realizar cualquier tipo de acciones como lo contrario, tiene una carga simbólica que hace que se vaya construyendo la comunidad. La
cuarta es precisamente admitir que las comunidades son dinámicas. Se van
forjando y destruyendo según las van concibiendo sus integrantes.
El término comunidad se lo han apropiado todo tipo
de poderes políticos y económicos debido
a su carácter de fácil consenso al escucharlo. Me refiero que para la
colectividad, comunidad es algo muy positivo, con lo que nos sentimos cómodos
en la mayoría de las veces. Evoca a cuidados, a compañía, a reconocimiento,
trabajo en equipo, felicidad, logros compartidos, altruismo, pero no siempre es
así. La comunidad constantemente no se traduce en lo que encontramos en el
buscador Google cuando escribimos “comunidad” y clicamos en la pestaña de
imágenes. También es drama y destrucción, porque comunidad en un sentido es
vivir y a veces vivir es así chungo.
Viendo la película Accattone de Pasolini (1961) pude observar a una comunidad cuyos
actores y actrices eran personas de la periferia, de las que consideraríamos
peligrosas, esto es prostitutas, chulos, jóvenes (y no tan jóvenes) sin
oportunidades en la vida pero con un claro sentimiento de pertenencia y unos
fuertes vínculos sociales. El protagonista trata de pasar por la vida
aprovechándose de los/as demás sin, bajo su mirada, querer esforzarse. Lucha
contra sí mismo y piensa que no cuenta con el apoyo del resto pero no es
cierto. Hay muchas redes de apoyo a su disposición: amigos/as y no tan
amigos/as del barrio y sus familias, sus novias, las prostitutas, vecinos/as,
su hermano, todos están con los ojos puestos en él. Lo están cuidando y no lo
dejan marchar de la comunidad porque saben que él en realidad no quiere salir.
Es el contexto de pobreza y exclusión el que permite que los/as participantes
de la comunidad tengan roles de forma más igualitaria y se encuentren
cómodos/as con estas posiciones.