La
cuestión ¿Quién debe ayudar a quién? atraviesa el Trabajo Social cual río Tajo
a la Península Ibérica. Es una reflexión que está presente en todos los debates
previos a cualquier formulación de proyectos e intervenciones en la mayoría de
equipos sociales. Ese saber experto que poseemos (los/as trabajadores/as sociales) no es suficiente, además de
inadecuado en multitud de ocasiones. Es fundamental que comprendamos que no
tenemos por qué estar actuando constantemente de consejeros/as facilitando que
la costumbre se convierta en paternalismo (Smale, Tuson, Statham, 2003).
Siguiendo
las palabras de Enrique Pastor (2013) :
“Las redes
entendidas como capacidades para aportar ayuda y apoyo real y duradero a
personas, familias e instituciones, nos proporcionan un enfoque circular que
integra el contexto sociocultural y económico en la resolución de los
problemas, incidiendo en la importancia de intervenir en la red social de las
personas”.
Detectar
los espacios y las posibilidades de cimentar estos lugares para forjar la ayuda
mutua facilita la fluidez de construcción de redes de calidad en las
comunidades.
Por
ello, propiciar la ayuda entre iguales tiene resultados extraordinarios.
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